Si existe un producto imprescindible en cualquier rutina de maquillaje, este es la máscara de pestañas, un pequeño complemento creado especialmente para ensalzar el atractivo de la mirada, cuya función es definir, dar volumen, curvar y acondicionar las pestañas, para que luzcan bellas durante todo el día.
En la actualidad existe una gran variedad de formatos de máscara de pestañas, cada uno destinado a un fin determinado, pero, debemos saber, que este producto no siempre se ha presentado con la clásica forma tubular y con el cepillo aplicador incluido, ya que su existencia data desde el Antiguo Egipto, en que maquillarse las pestañas era una práctica sagrada para ahuyentar a los malos espíritus.
Por lo tanto, antes de profundizar en el concepto de máscara actual, vamos a hacer un breve e interesante recorrido por su historia para así poder entender cómo y cuándo se convirtió en un indispensable para nuestro día a día.
Las máscaras de pestañas nacieron en el Antiguo Egipto, una fórmula creada a base de miel, agua, khol y estiércol de cocodrilo, con la que las egipcias maquillaban sus ojos bajo la creencia de que así espantarían a los malos espíritus. Esta práctica, se extendió hasta la antigua Grecia, pero fue una costumbre que no tuvo una vida muy longeva y se dejó de lado en Europa durante largos años.
Fue ya en el siglo XIX cuando el rímel adquirió verdadera significancia, cuando Eugène Rimmel, por aquel entonces perfumista, se inició en el mundo del maquillaje, creando la primera máscara de pestañas no tóxica, toda una revolución en aquel momento gracias a la cuál fundó la conocida firma londinense Rimmel London, junto a su padre.
Tras este éxito, fueron varios los empresarios del sector que ahondaron e investigaron en este campo, y en el año 1913, salió a la luz la primera máscara de pestañas de formato similar al que conocemos en la actualidad, de la mano del químico T.L. Williams, fundador y dueño de la empresa Maybelline.
En aquellos años el formato utilizado también incluía un cepillo aplicador, pero éste tenía que ser frotado en una pastilla, ya que la primera máscara de formato tubular no apareció hasta el año 1957 gracias a la firma Max Factor.
Desde la década de los 60 hasta el momento, el rímel ha ido pasando por reformulaciones y modificaciones constantes, reinventándose día tras día e incluyendo gran variedad de colores, diferentes estilos de cepillos e incluso formulaciones waterproof e hipoalergénicas, para poder adaptarse así a todas las necesidades actuales de los usuarios.
La eficacia de una máscara de pestañas reside en su formulación y especialmente en su cepillo, conocido técnicamente como goupillon. Dependiendo del efecto deseado deberemos optar por un estilo u otro, ya que cada material o silueta ha sido creado para cumplir determinadas funciones.
El goupillon es un término de origen francés y su función es la de aplicar correctamente la máscara de pestañas, evitar la formación de grumos y retirar el exceso de producto. Sus cerdas pueden estar formadas por dos diferentes materiales, con diferentes características cada uno:
No obstante, si nos centramos en la forma adoptada por el goupillon podremos conseguir un acabado u otro:
La máscara de pestañas es un producto indispensable para dar por finalizado un maquillaje de ojos. Por ello, debemos realizar su aplicación correctamente, ya que, si no, podríamos echar a perder el look por completo.
Para conseguir un acabado profesional y una mirada dramática, a continuación, os indicamos una serie de sencillas recomendaciones a seguir:
Toda firma de maquillaje cuenta en su catálogo con varias máscaras de pestañas. De acabado voluminoso, curvo o de mayor longitud estas varitas mágicas se han convertido en auténticas aliadas en la sociedad contemporánea.
Como ya hemos comentado anteriormente, marcas como Rimmel London, Maybelline o Max Factor, fueron las pioneras en cuanto al lanzamiento de este producto, pero a día de hoy L’Oréal, Chanel, Helena Rubinstein o Lancôme se han consagrado en el Top 10 de las marcas más vendidas alrededor del mundo.
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